El jardín de los Finzi-Contini
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París, 23 de septiembre de 2025. Querida Ofelia, «El jardín de los Finzi-Contini», de Giorgio Bassani, ocupa un lugar muy especial en mi memoria lectora. No solo fue el primer libro que leí en italiano, sino que supuso una ventana a un mundo y a una época que, aunque lejanos en el tiempo y el espacio, se volvieron cercanos gracias a la literatura y las circunstancias personales que rodearon su lectura. Corría el año 1964, y yo cursaba el primer año en el Instituto José Martí de La Habana. Fue entonces cuando Lea, la madre de mi amigo Umberto —siempre recalcando que su nombre se escribía «sin H»—, me prestó aquel ejemplar. El gesto sencillo de Lea iba a tener un efecto perdurable, pues me permitió adentrarme, con el asombro del principiante, en una novela fascinante por su delicadeza y su trasfondo trágico. La historia de los Finzi-Contini me cautivó desde las primeras páginas. La novela narra la vida de una familia adinerada judía de la ciudad italiana de Ferrara durante el ascenso del fascismo, y cómo, a pesar de su aparente aislamiento y protección, terminan sucumbiendo ante la brutalidad del antisemitismo. Bassani logra retratar, con una prosa melancólica y precisa, la fragilidad de la felicidad y la amenaza constante del odio y la intolerancia. Años más tarde, ya en Francia, tuve la oportunidad de ver la excelente adaptación cinematográfica dirigida por Vittorio De Sica. El filme, con interpretaciones memorables de Dominique Sanda, Lino Capolicchio y Fabio Testi, supo captar la atmósfera onírica y a la vez opresiva de la novela. La película me permitió revivir las emociones de mi primera lectura, dándoles nuevos matices a través de imágenes y sonidos. El círculo se cerró cuando, tiempo después, visité Ferrara. Pasear por sus calles, contemplar sus jardines y palacios, fue como sumergirme de nuevo en la historia de los Finzi-Contini. Cada rincón me evocaba aquellos terribles años cuarenta, en los que el antisemitismo y el fascismo truncaron tantas vidas y destruyeron familias enteras. La bella ciudad, con su atmósfera suspendida en el tiempo, me hizo sentir la presencia de los personajes de Bassani y el eco de su tragedia. Leer «El jardín de los Finzi-Contini» fue mucho más que una experiencia literaria: fue un aprendizaje vital sobre la memoria, la injusticia y la importancia de la empatía. Desde aquel préstamo en La Habana hasta mi visita a Ferrara, la historia de los Finzi-Contini me ha acompañado, recordándome la necesidad de preservar la memoria colectiva y de luchar contra cualquier forma de intolerancia. Como escribió el gran Fernando Sabater: “No se pueden respetar las ideas totalitarias, xenófobas, racistas, excluyentes, que violen los elementales derechos humanos”. Hago mías las palabras de Savater para responder a dos “señores" que me piden respeto para sus ideas antisemitas nauseabundas. Un gran abrazo desde la hermosa Francia, Félix José Hernández.
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