El valor histórico del filme «Ella se llamaba Sarah»
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París, 6 de septiembre de 2025. Querida Ofelia, El cine tiene el poder de trasladar al espectador a momentos cruciales de la humanidad, enfrentándolo a episodios dolorosos para que no se pierda la memoria histórica. Entre las películas que abordan el Holocausto y sus consecuencias, «Ella se llamaba Sarah» (título original: «Elle s’appelait Sarah», 2010), dirigida por Gilles Paquet-Brenner y protagonizada por Kristin Scott Thomas y Niels Arestrup, destaca como una pieza conmovedora y reflexiva, digna de ser mencionada junto a obras como «El Pianista» y «La lista de Schindler». «Ella se llamaba Sarah» narra dos historias entrelazadas: la de Sarah, una niña judía arrestada junto a su familia en el Velódromo de Invierno en París durante la redada de julio de 1942, y la de Julia, una periodista estadounidense que, décadas después, investiga la tragedia y descubre hasta qué punto el pasado marca el presente. A través de esta estructura, la película nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad colectiva y la importancia de recordar. Al igual que «El Pianista» de Roman Polanski y «La lista de Schindler» de Steven Spielberg, esta película francesa se convierte en una verdadera lección de historia. Las tres producciones muestran, desde diferentes ángulos, el sufrimiento de las personas judías durante la Segunda Guerra Mundial y la brutalidad de las políticas del nazismo y sus colaboradores. Mientras que «El Pianista» plasma la lucha por la supervivencia individual en el gueto de Varsovia y «La lista de Schindler» retrata la complejidad moral y la capacidad de resistencia a través del famoso industrial alemán que salvó cientos de vidas, «Ella se llamaba Sarah» pone el foco en la colaboración francesa con las autoridades nazis y el impacto psicológico que trasciende generaciones. La grandeza de estos filmes reside no solo en su valor artístico, sino en su capacidad para generar empatía y conciencia. Nos recuerdan que la historia no debe olvidarse, y que el cine puede ser testigo y maestro de los episodios más oscuros para que nunca se repitan. «Ella se llamaba Sarah», junto a «El Pianista» y «La lista de Schindler», es una invitación a la memoria, la reflexión y la humanidad. El 16 de julio de 1995, el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, pronunció un discurso sin precedentes frente al monumento conmemorativo de la redada del Velódromo de Invierno (Vel d'Hiv) en París. En este acto, Chirac rompió décadas de silencio oficial y reconoció públicamente la responsabilidad del Estado francés, y en particular de la policía parisina, en la persecución, arresto y deportación de miles de judíos franceses durante la ocupación nazi. Me gusta mucho hablar con personas de edad muy avanzada que vivieron de niños los horrores de la ocupación nazi de Francia. Cuando me cuentan que los que denunciaban a los judíos recibían dinero por parte de la policía. También como las casas de los judíos que se llevaba la policía eran saqueadas por los vecinos. El honor fue salvado por gran cantidad de campesinos, escuelas católicas con internados, conventos, monasterios, etc., que salvaron a los niños, al esconderlos de la barbarie, jugándose la vida, pues los que descubrían escondiendo a un judío era condenado a muerte. El que conoce la alegría de vivir de hoy día de los franceses, el arte y la cultura, no puede imaginar el horror de la Segunda Guerra Mundial; represión, deportaciones, hambre; racionamiento de alimentos y un largo etcétera. Un gran abrazo desde la hermosa Francia, Félix José Hernández.
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