Crónica de Cartas a Ofelia

La Catedral Notre Dame y la iglesia Notre Dame-du-Port en Clermont-Ferrand
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	La Catedral Notre Dame en Clermont-Ferrand.
París, 19 de agosto de 2025. Querida Ofelia, Esta semana pasada con nuestro hijo y su pequeña familia, visitando luqares extraordinarios, fue magnífica. Este domingo emprendimos un viaje inolvidable por el patrimonio religioso de Clermont-Ferrand, adentrándonos en dos de sus templos más emblemáticos: la imponente Catedral Notre Dame y la histórica iglesia de Notre Dame-du-Port. Cada una, con su propia identidad y magnetismo, nos ofreció una experiencia única, llena de arte, historia y espiritualidad. Al llegar al corazón de Clermont-Ferrand, la silueta de la Catedral Notre Dame de la Asunción se alza sobre la ciudad, cortando el cielo con sus torres gemelas de piedra volcánica negra. Este edificio gótico, iniciado en el siglo XIII, es un verdadero símbolo de la región de Auvernia. Sus muros oscuros, construidos con la característica piedra de Volvic, le otorgan un aire misterioso y solemne. Al atravesar sus puertas, nos recibió la penumbra matizada por los colores de los vitrales, que proyectan luminosos destellos sobre las columnas y el suelo. Caminamos por la nave central admirando la altura vertiginosa de las bóvedas y la delicadeza de los detalles escultóricos. El rosetón, con sus vidrios policromados, es una explosión de luz y fe que invita al recogimiento. Recorrimos las capillas laterales, cada una dedicada a diferentes santos y advocaciones, y nos detuvimos ante el altar mayor, donde la espiritualidad del lugar se siente con intensidad. El órgano, imponente y dorado, preside la nave y, aunque en silencio, parece guardar en sus tubos los ecos de siglos de música sacra. A pocos minutos caminando desde la catedral, llegamos a Notre Dame-du-Port, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Esta iglesia, construida entre los siglos XI y XII, es una joya del arte románico. Su fachada sobria y armónica, rodeada de tranquilas callejuelas, invita a la contemplación. Al entrar, la atmósfera cambia: la luz tenue revela capiteles esculpidos con motivos bíblicos y geométricos, y el ábside semicircular guarda el altar en un ambiente sereno. La arquitectura, de líneas puras y proporciones equilibradas, transmite una sensación de humildad y recogimiento. Observamos los frescos y relieves, huellas de la devoción y el talento de generaciones pasadas. Notre Dame-du-Port es un remanso de paz en medio del bullicio urbano. Sentarse en uno de sus bancos y dejarse envolver por el silencio es toda una invitación a la introspección. La visita a estos dos templos nos permitió viajar en el tiempo y conectar con la historia profunda de Clermont-Ferrand. La grandiosidad gótica de la catedral y la sobria belleza románica de Notre Dame-du-Port se complementan, revelando la riqueza patrimonial y espiritual de la ciudad. Más allá de su valor arquitectónico, estos lugares siguen siendo puntos de encuentro para la comunidad y guardianes de tradiciones vivas. Salir al atardecer de Notre Dame-du-Port, con el eco de las campanas despidiendo el día, fue el broche perfecto para un domingo cargado de historia, arte y recogimiento. Hoy regresamos a París con la mente repleta de bellos recuerdos. Un gran abrazo, Félix José Hernández.
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