Ocurrió en Mónaco por culpa de las bananas
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París, 1 de agosto de 2025. Estábamos en Mónaco a inicios de julio, al atardecer, esperando el autocar que nos llevaría a Savona. Habíamos pasado un día soleado recorriendo ese pequeño Estado-ciudad donde el lujo supera con creces al de: Capri, Saint-Tropez, Ibiza, Marbella y otros lugares a los que suelen ir a mostrarse todo tipo de pijos y pijas. Vimos a una señora que se quitaba la dentadura de la parte inferior de la mandíbula, como estábamos muy cerca, le dijo en francés al señor que la acompañaba- “me molesta la dentadura”. La señora después de comer dos platanitos, fue educadamente a tirar las cáscaras al depósito de basuras que estaba en la acera opuesta. Tomamos el autocar y dio la casualidad que ella y el señor se sentaron detrás de mi esposa y yo. Como a la media hora de viaje le escuché decir: “¡Oh, Dios mío!”, sin darme cuenta tiré a la basura la dentadura con las cáscaras de los platanitos. ¿Qué hago?” El señor, que parecía ser su esposo le dijo: “Es demasiado tarde, tú no pierdes la cabeza porque no se puede despegar. Cuando lleguemos a París vas a tu dentista y te haces una dentadura nueva.” Sinceramente confieso que me entraron ganas de reír, pero no lo hice, pues hay personas que pierden: el bolso, el paraguas, un libro, etc., pero nunca había constatado que alguien perdiera en una excursión la dentadura postiza. Y así van las cosas por estos lares del Viejo Mundo, Félix José Hernández
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