«Un tranvía llamado deseo» de Tennessee Williams
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París, 31 de julio de 2025. Querida Ofelia, Después de regresar del crucero de dos semanas por el Mediterráneo, sigo leyendo los libros que tanto me gustaron en mi adolescencia y juventud cubanas. Hoy te escribo sobre uno de ellos, una obra de teatro escrita por el genial Tennessee Williams. Recuerdo como si fuese ahora, que lo estaba leyendo en el pasillo del Instituto de La Habana, durante el recreo, estaba en segundo año, cuando se me acercó la “compañerita” Conchita y me preguntó qué estaba leyendo. Al mostrarle el libro, me dijo: ¿Y con tanta literatura de calidad cubana o soviética, tú te dedicas a leer lo escrito por un gringo? Pero se tuvo que quedar callada cuando le respondí: “¡Me lo recomendó y prestó nuestra profesora de Literatura, la Dra. Dopico!” Me han dicho que Conchita estudió Biología, pero la recuerdo como la inquisidora roja del Pre de La Habana. «Un tranvía llamado deseo» («A Streetcar Named Desire») es una de las obras teatrales más célebres del siglo XX, escrita por el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams y estrenada en 1947. Aunque suele asociarse principalmente con el teatro y el cine, su fuerza narrativa y su profundidad psicológica la acercan a la experiencia de una gran novela, pues la complejidad de sus personajes y la riqueza de sus temas permiten múltiples lecturas e interpretaciones. La historia se sitúa en Nueva Orleans, un escenario vibrante, sensual y decadente, donde el choque entre el pasado aristocrático y la cruda realidad moderna adquiere tintes trágicos. Tennessee Williams, nacido en 1911, fue uno de los grandes renovadores del teatro estadounidense junto a figuras como Arthur Miller y Eugene O’Neill. En la posguerra, tras el trauma y las transformaciones sociales provocadas por la Segunda Guerra Mundial, las artes escénicas de Estados Unidos buscaron explorar los rincones más oscuros de la psicología y las tensiones sociales. Williams destacó por su sensibilidad hacia los marginados, los soñadores y quienes viven atrapados entre la nostalgia y la imposibilidad de adaptarse a un mundo cambiante. La obra apareció en un momento donde el teatro se transformaba en un espacio para la catarsis social y la exploración de los deseos reprimidos. «Un tranvía llamado deseo» llevó al escenario temas como la violencia, el deseo carnal, la locura y la fragilidad humana, y se consagró gracias al carisma de sus personajes y la poética de su lenguaje. La trama gira en torno a Blanche DuBois, una mujer sureña venida a menos, que llega a Nueva Orleans para quedarse con su hermana Stella y su cuñado Stanley Kowalski. Blanche representa la vieja aristocracia del sur, marcada por la decadencia y el ensueño; Stanley, en contraste, es un hombre rudo, de origen obrero, encarnación de la vitalidad y la brutalidad del mundo moderno. A medida que Blanche se instala en el pequeño departamento de Stella y Stanley, comienzan a surgir tensiones profundas. Stanley desconfía de las historias de Blanche y sospecha que oculta secretos acerca de la pérdida de la casa familiar y su verdadera situación. Por su parte,a a sus recuerdos, sus ilusiones y su necesidad de admiración, mientras trata de mantener una fachad Blanche se aferra de dignidad y delicadeza. La convivencia se vuelve cada vez más insostenible, y los desencuentros entre Blanche y Stanley se intensifican. La llegada de Mitch, un amigo de Stanley, representa una posible tabla de salvación para Blanche, pero los secretos del pasado y las acciones de Stanley precipitarán la tragedia. Personajes principales Blanche DuBois: Una mujer vulnerable y orgullosa, marcada por la pérdida, el dolor y la culpa. Su refugio en la fantasía y el autoengaño la hacen entrañable y trágica a la vez. Stanley Kowalski: Un hombre impulsivo, fuerte y apasionado, símbolo de la América moderna. Su conflicto con Blanche es tanto personal como simbólico: el choque de dos mundos irreconciliables. Stella Kowalski: Hermana de Blanche, dividida entre el pasado y el presente. Es un personaje sensible, leal a su hermana pero profundamente enamorada de Stanley. Mitch: Amigo de Stanley y pretendiente de Blanche. Representa la posibilidad de redención y ternura, pero también la desilusión cuando la verdad sale a la luz. El deseo y la autodestrucción: La obra explora cómo el deseo puede ser fuente de vida y destrucción. Blanche es víctima de sus propios impulsos y recuerdos, mientras que Stanley es llevado por sus pasiones sin filtro. El choque entre tradición y modernidad: Blanche encarna el mundo antiguo, la cultura sureña y la nostalgia, mientras Stanley representa el poder arrollador del presente y lo instintivo. La fragilidad de la mente: Williams retrata magistralmente el deterioro psicológico de Blanche, mostrando cómo la presión social, el rechazo y las heridas del pasado pueden llevar al colapso emocional. La violencia y el poder: Las relaciones en la obra están marcadas por la lucha constante de poder, tanto física como psicológica. El abuso, la manipulación y la dominación son parte central del drama. La ilusión frente a la realidad: Blanche vive sumida en las mentiras y las apariencias, mientras Stanley insiste en revelar la verdad sin piedad. La tensión entre ilusión y realidad es el motor central de la tragedia. Tennessee Williams es reconocido por la belleza lírica de sus diálogos y la profundidad simbólica de sus imágenes. «Un tranvía llamado deseo» está cargada de metáforas, alusiones poéticas y un ritmo que oscila entre la dulzura y la violencia. Los personajes hablan desde la necesidad, el dolor y el deseo, creando un clima de intimidad y crudeza pocas veces igualado en el teatro contemporáneo. Las indicaciones escénicas también tienen un gran peso literario, describiendo luces, sonidos y ambientes con tal detalle que la atmósfera parece cobrar vida propia. Este cuidado estético permite que la obra sea leída como una novela, capaz de sumergir a la persona lectora en mundos internos turbulentos y paisajes sensoriales únicos. El impacto de «Un tranvía llamado deseo» fue inmediato y duradero. La puesta en escena original, dirigida por Elia Kazan y protagonizada por Marlon Brando, Jessica Tandy y Kim Hunter, revolucionó el teatro estadounidense. La adaptación cinematográfica de 1951, con Vivien Leigh y Marlon Brando, amplió aún más su influencia, convirtiéndose en un clásico del cine mundial. La obra ha sido objeto de numerosos análisis, adaptaciones y homenajes. Su exploración de la sexualidad, la violencia de género, la locura y la alienación social la han mantenido vigente a lo largo de las décadas, atrayendo a nuevas generaciones de espectadores y lectores. «Un tranvía llamado deseo» se mantiene como una de las grandes narraciones dramáticas de nuestro tiempo, ofreciendo un retrato despiadado y al mismo tiempo compasivo de la humanidad en sus extremos. Es un viaje hacia los abismos del deseo, la memoria y la desesperanza, donde la verdad y la mentira se entrelazan y ninguna persona sale indemne. Tennessee Williams consiguió crear una obra que trasciende los límites del teatro para convertirse en un espejo de nuestras propias contradicciones y vulnerabilidades. Como toda gran novela, aunque habite el escenario más que la página, nos invita a adentrarnos en el misterio de la condición humana, a escuchar el eco del alma en cada golpe de puerta, cada suspiro, cada palabra no dicha. Así, «Un tranvía llamado deseo» sigue su viaje, eterno y estremecedor, hacia el corazón de quienes se atreven a mirar más allá del velo de las apariencias. La obra fue llevada al cine por Elia Kazan y sus intérpretes fueron; Vivien Leigh, Marlon Brando, Kim Hunter, Karl Malden, y Rudy Bond. Un gran abrazo desde la bella Francia, Félix José Hernández.
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