El desastre del submarino soviético Kursk
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París, 20 de junio de 2025. Querida Ofelia, El hundimiento del submarino ruso Kursk en agosto del año 2000 marcó uno de los capítulos más dolorosos y polémicos de la historia naval moderna. El Kursk, un submarino nuclear de la Flota del Norte, se sumergió durante un ejercicio militar en el mar de Barents y sufrió una serie de explosiones a bordo, provocando su hundimiento y dejando atrapados a 118 personas en su interior. Desde el primer momento, la situación fue crítica y el tiempo era esencial. Las fuerzas rusas iniciaron intentos de rescate con sus propios medios, pero enfrentaron graves dificultades técnicas y condiciones extremas en el fondo marino. Mientras tanto, varias naciones occidentales —entre ellas Noruega y el Reino Unido— ofrecieron inmediatamente asistencia especializada y equipos de salvamento, incluyendo sumergibles y equipos de buceo profundo capaces de operar en las complejas condiciones del Ártico. Sin embargo, las autoridades rusas, por motivos que incluían el secreto militar, la protección de tecnología sensible y una confianza inicial en sus propias capacidades, retrasaron la aceptación de la ayuda internacional. Este retraso se prolongó durante varios días críticos, mientras la esperanza de salvar a sobrevivientes disminuía con cada hora que pasaba. Investigaciones posteriores revelaron que un grupo de marineros había sobrevivido a la explosión inicial, refugiándose en la sección de popa del submarino. Resistieron durante algún tiempo con recursos limitados, esperando un rescate que nunca llegó a tiempo. Cuando finalmente los equipos internacionales pudieron acceder al Kursk, ya era demasiado tarde; todas las personas a bordo habían fallecido, la mayoría por ahogamiento debido a la falta de oxígeno. El desastre del Kursk generó una profunda conmoción y múltiples críticas tanto en Rusia como en el extranjero. La tragedia puso de relieve la importancia de la cooperación internacional y la necesidad de priorizar la vida humana por encima de consideraciones políticas o estratégicas. El incidente también impulsó cambios en los protocolos de emergencia de la marina rusa y abrió un debate público sobre la transparencia y la gestión de crisis. El caso del Kursk permanece como un recordatorio trágico de cómo la demora en la toma de decisiones y la falta de colaboración internacional pueden tener consecuencias irreversibles para quienes dependen del rescate en situaciones extremas. Un excelente filme (2018) de Thomas Vinterberg, interpretado por Mathias Schoenaerts y Léa Seydoux, cuenta bien este terrible episodio militar. Un gran abrazo, Félix José Hernández
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